DÉJAME ESTAR ENFADADO




Miguel estaba tumbado en la cama mirando, no las estrellas como si fuera de noche, ni las nubes, estaba mirando un techo blanco como llevaba haciendo desde hace días y días.

De pronto se abrió la puerta, y su hermana Marina con una sonrisa le preguntó: ¿Vienes a hacer un bizcocho con papá? 

- No y no entres sin llamar. – dijo Miguel. 
- No sé porque siempre te encuentro enfadado y de mal humor. - respondió Marina. 

Y cerró la puerta, dando un portazo. 

Miguel sonrió y pensó que su hermana siempre estaba contenta. 

- Menuda forma de cerrar la puerta, se dijo. 

Miguel se quedó pensando por qué su hermana estaba siempre así. Cuando hacia un dibujo decía… 

- Este le gustará mucho a María, le encantan las mariposas, se lo daré cuando la vuelva a ver. 

Y así con todo, siempre viendo lo positivo de estar en casa por culpa del coronavirus (maldito bicho). 

Marina, al salir de la habitación se dio cuenta del portazo que había dado. 

- Jo, no sé por qué Miguel siempre está enfadado. 

Entonces se puso a pensar todo lo que no tenía Miguel y que era muy importante para él: el patio del colegio para cambiar cromos, Jugar con los amigos al futbol. Montar en bicicleta y en patinete, es tan deportista. No me extraña que quiera estar enfadado. 

Llegó a la cocina y antes de empezar a cocinar con su padre, apareció Miguel por la puerta. 

- Siento haberte contestado mal cuando has venido a la habitación. Seguro que es superdivertido cocinar juntos. - dijo Miguel. 

- No, soy yo la que siente no darse cuenta de todo lo que no haces por culpa de todo esto y tienes derecho a estar enfadado, aunque alguna vez, sí puedes hacer algo para sentirte mejor. 

Los dos se pusieron, como se dice en estos casos con las manos en la masa y pasaron una tarde genial. 

¡Ah! Y un riquísimo bizcocho.

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